Sucedió el martes, 8 de Octubre 1996, sobre las 13:45 h. de la tarde.
Se encontraba Luz Amparo en la capilla de la Fundación acompañada por una de las hermanas reparadoras; estaban tomando unas medidas del altar.
Al finalizar esta tarea, justo antes de salir, Amparo y la Hermana se acercaron a la talla de la Virgen, pues había sido golpeada días antes y querían observarla más de cerca. Por aquel entonces se guardaba en esa capilla, para que los peregrinos pudiesen tenerla cerca en fechas señaladas durante los actos religiosos.
Días antes, concretamente el primer sábado de ese mismo mes, día 5, había sido golpeada en el rostro con violencia por una persona que se encontraba rezando el Rosario junto a la multitud de peregrinos que frecuentaban los actos de piedad de Prado Nuevo.
Fue entonces cuando, con asombro, Amparo exclamó: “¡¡ESTÁ LLORANDO!!”, para tocar enseguida la cara de la talla de la Virgen, comprobando que, efectivamente, ¡eran lágrimas! Se pudo apreciar cómo se deslizaban por sus mejillas hasta llegar al velo que rodeaba el cuello de la imagen… Una de ellas quedó suspendida en la barbilla, hasta que la limpiaron con un lienzo del altar.
Se podía también apreciar cómo, más abajo, los pliegues del manto se encontraban completamente mojados.
La hermana que acompañaba a Luz Amparo las tocó y testifica: “Eran de verdad, humedecían como una lágrima de cualquier persona”.
Inmediatamente, avisaron a las personas que estaban en ese momento en la casa, para que lo pudiesen contemplar, entre los que se encontraban dos hijos de Amparo. Uno de ellos también palpó las lágrimas acreditando que eran reales, “tenían esa viscosidad característica que poseen nuestras lágrimas al llorar y se podía observar con claridad cómo salían lentamente de los ojos enrojecidos y caían por las mejillas”.
En la mejilla derecha, donde había sido golpeada con la piedra, se podía apreciar que las lágrimas derramadas se iban depositando entre las marcas que provocó la vejación días antes, mientras que en la otra mejilla resbalaban suavemente hasta el manto.
Procedieron a secarlas con el mismo paño, que quedó empapado.
Pasados unos 20 minutos, mientras los presentes se asombraban del “milagro” que estaban contemplando, Amparo se hincó de rodillas frente al Sagrario… Fue entonces cuando la imagen de la Virgen Dolorosa dejó de llorar.
La noche anterior varios testigos relatan que extrañamente tenía los ojos enrojecidos, como si estuviese a punto de llorar; parecía que se encontraba triste desde el día que la golpearon.
¿Cómo se puede explicar que una talla de la Virgen hecha de madera pueda llorar como una persona y que sus ojos estuviesen totalmente enrojecidos como cuando estamos a punto de llorar? ¿Qué explicación tiene que su rostro cambiase en pocos días y se pudiese apreciar un semblante triste y desolado? Ciertamente no existe una explicación científica a este fenómeno, pero si lo miramos con los ojos de la fe, podemos decir que la Virgen sufre por nuestros pecados como Madre Dolorosa que es.
«Mi Madre sufre mucho por todos; está triste, llora por todos los pecadores y siempre está pidiéndome que tenga piedad de todos». Y continúa: «Yo le he contestado: “Y de Ti, Madre mía, ¿quién tiene piedad?” (…). Mi Santa Madre, con ese manto de dolor, quiere redimiros a todos, a cambio de sus lágrimas y de sus dolores».
El Señor, 6 de Julio de 1981