Hoy, 17 de Agosto de 2020, se cumplen ocho años de la partida al Cielo de nuestra querida Luz Amparo, hija fiel de la Iglesia hasta su último aliento. Hija, esposa y madre de sus hijos naturales y de multitud de hijos espirituales. Hoy queremos rendirla un homenaje y recordar una parte de la historia de su vida que muy pocos conocen.
Extractos de la vida de Luz Amparo Cuevas
Luz Amparo fue conocida a raíz de las apariciones de la Santísima Virgen en Prado Nuevo, pero antes de que sucedieran todos estos hechos, ella era una mujer sencilla y normal, con una familia y una vida normal, aunque no exenta de sufrimientos.
La historia de Luz Amparo empieza en la provincia de Albacete, pues allí es donde nacieron sus padres. Su padre, Jacinto Cuevas Ruiz, nació en el año 1904 en una aldea llamada Vianos. Era alto y guapo y muy querido por todos sus vecinos y conocidos, era un hombre sencillo, pero culto, pues estuvo estudiando en Francia donde tenía familia.
Cinco años más tarde, el día 5 de diciembre de 1909, en otra aldea cercana, la aldea de Pesebre, nacía su madre, una niña que se llamaría María Dolores. Fue una niña muy deseada, pues sus padres, los abuelos de Luz Amparo, que por cierto se llamaban Joaquín y Ana, ya eran mayores y pensaban que no tendrían hijos y la llegada de esta niña fue un regalo del Cielo.
Allí, en la aldea de Pesebre, fue donde vivió y creció María Dolores. Dicen los que la conocieron que era muy guapa, que tenía unos ojos grandes y un pelo negro muy largo. Era hija única, pues como acabamos de decir, sus padres eran mayores y ya no tuvieron más hijos.
Ella se sentaba todos los días a la entrada de su casita donde vivía y que tenía una parra en el exterior, y allí se pasaba horas. Jacinto, que trabajaba como listero construyendo caminos por aquella zona, pasaba todos los días por delante de su humilde vivienda y se fue fijando en ella. Así se conocieron, se hicieron novios, y años más tarde, se casaron.
En el año 1928, cuando Jacinto contaba con la edad de 24 años y María Dolores 18, se casaron. Un año después, nació la primera hija del matrimonio, Carmen, y dos años más tarde, el 1 de abril de 1931, nacería su segunda hija, a la que bautizaron con el nombre de Luz. Nadie la conocía por su nombre de pila; pero por asociación a su madrina Amparo, la empezaron a llamar así, aunque en su partida de bautismo en la Parroquia de Peñascosa, sólo consta el nombre de Luz. Y al final, eso es lo que fue su vida: una luz para todos aquellos que se cruzaron en su camino.
Los inicios de una vida cimentada en el sufrimiento
Muy poco duraría a la pequeña Luz la felicidad junto a sus padres, pues cuando la niña iba a cumplir los tres años, su madre, embarazada, enfermó gravemente de meningitis, y con tan sólo 24 años falleció, el día 24 de febrero de 1934, dejando huérfanas a las dos niñas, con casi tres años una, y 4 años la mayor; y allí en la aldea de Pesebre, fue enterrada. A partir de aquí, es cuando Luz Amparo, a tan tierna edad, empieza ya a cargar su primera cruz, la falta de su madre, a la que echaría de menos toda su vida.
Sus abuelos maternos se hicieron cargo de las niñas, pero ya eran mayores, y desgraciadamente, su abuela también falleció. A partir de entonces, su vida sería una peregrinación de un lado a otro, buscando cariño y sobre todo, comida, pues pasaba mucha hambre. Cuentan que era muy salerosa y que iba bailando de pueblo en pueblo para que le dieran algo de comer.
Jacinto, se volvió a casar con una mujer muy buena, que se llamaba Virginia y quería mucho a las niñas; tuvo otro hijo que nació enfermito. Pero la desgracia volvió a aparecer de nuevo y esta mujer murió dejando al niño muy enfermo, con su padre y sus hermanas, Carmen y Luz Amparo, que aun siendo de corta edad, lo cuidaban; a pesar de ello, el hermanito falleció al poco tiempo.
Jacinto, viéndose solo e incapaz para cuidar a las niñas, las dejaba donde podía: en casa de algún familiar a veces, y en más de una ocasión, solas en la casita, porque él tenía que trabajar.
Así fue pasando el tiempo y conoció a otra mujer, Bárbara, una viuda que también tenía una hija… Y pensando en sus hijas, volvió a contraer matrimonio, creyendo que así estarían recogidas y tendrían un hogar, pues él, cuando se iba a trabajar, tardaba semanas en regresar. Sin embargo, esta mujer, por desgracia, no fue una buena madre para ellas, por lo que sufrieron mucho, debido a su rudo carácter y a las palizas que propinaba a las niñas.
Así las cosas, su padre se las llevó de la casa y tuvo que dejarlas a cada una donde encontró quien las acogiera. Y así fue pasando su niñez, de pueblo en pueblo, y en los alrededores, por los campos de Pesebre. Luz Amparo estuvo también, durante algún tiempo, en un colegio regentado por religiosas, quienes, por cierto, la querían mucho. Era una niña traviesa, pero de gran corazón. Allí recibió la Primera Comunión, aunque sin traje, sin regalos, sin fiesta, y sin su familia…
Le gustaba mucho el campo, las flores, el olor de las jaras y el romero; y no es de extrañar, porque pasó de niña a mujer por aquellos montes de la aldea que la vio nacer.
Primeros pasos de Luz Amparo a una vida de adulta siendo muy joven
Cuando se presentó la ocasión, siendo muy joven, casi una niña, se trasladó a Albacete para trabajar como empleada de hogar o sirvienta, que así se las denominaba entonces. Era muy trabajadora y allí donde estaba la querían mucho. Se caracterizaba por ser muy alegre, a pesar del mucho sufrimiento que cargaba a cuestas.
Más tarde, pasados los años, se fue a Madrid, también a servir. Una de las anécdotas que solía contar, era que cuando llegó a la capital de España, observó una vez en el suelo una cáscara de plátano, pero desconocía qué era aquello. Creyó, en un principio, que se trataba de un bicho o un animal pequeño, y le daba con el pie para ver si se movía; cuando comprobó que no había peligro, cogió la cáscara de plátano, y como tenía tanta hambre, se la comió.
Allí conoció al que sería su marido, Nicasio. Él trabajaba por aquella época en una fábrica de carbón y cargaba camiones desde El Escorial, donde vivía, para llevarlos a Madrid. Y así es como se conocieron y poco tiempo después, se casaron un 28 de febrero de 1956 en la Parroquia de San Lorenzo de El Escorial.
Luz Amparo, esposa y madre
Aquí enlazamos con otra etapa de su vida, en la que no faltaron grandes sufrimientos entremezclados con alegrías. Enseguida nació su primer hijo, y así fueron naciendo los demás hasta llegar a siete. Trabajaba duramente, porque había muchas bocas en casa para alimentar, y su marido, enfermo desde muy joven, estuvo largos períodos sin poder trabajar; de modo que ella sola tenía que sacar a sus hijos adelante.
En el año 1973, fue internada en el Hospital Clínico de Madrid, donde la operaron de apendicitis. En el posoperatorio, Luz Amparo vio de pie, junto a la cabecera de su cama, a alguien que identifica con un médico. Según contaba ella, iba vestido con bata blanca, tenía melena y barba, los ojos eran verdes y su piel morena, su belleza era extraordinaria. Permanece con ella en la cabecera toda la noche, y al día siguiente, pregunta que dónde está el “doctor de la barba” que había estado toda la noche con ella; a lo que le responden que no ha habido nadie con ella y que no hay ningún médico con esa descripción.
En el año 1980 empieza a trabajar como empleada de hogar en la calle Santa Rosa de San Lorenzo de El Escorial.
Y en noviembre de ese mismo año, mientras está planchando, tiene la primera manifestación del Señor. Escucha una voz que le dice: “Reza por la paz del mundo y por la conversión de los pecadores“, ella se asusta y pregunta quién es, a lo que la voz la responde; “Soy tu padre celestial”.
Ella queda consternada ante estas palabras y no sabe qué hacer, no dice nada a nadie. Días más tarde, se la presenta Jesús crucificado y queda estigmatizada. Los dolores son irresistibles. El Señor le dice:
“Hija mía, esto es la Pasión de Cristo. Es una prueba. La tienes que pasar entera”.
Después de un breve diálogo, en medio del inmenso dolor, el Señor le pregunta:
“¿Lo aceptas, hija mía?”.
A lo que Luz Amparo responde:
“No sé, Señor…, con tu ayuda lo soportaré”
A partir de este momento, se inician una serie de hechos sobrenaturales que, poco a poco, se empiezan a conocer en el pueblo, donde es perseguida, criticada y calumniada por no pocos. Ella intenta llevar una vida normal, pero le resulta imposible, pues por donde va es señalada como “la loca” y otros calificativos.
Y en el año 1981, el 14 de junio, domingo de la Santísima Trinidad, se produce la primera aparición de la Virgen sobre un fresno de “Prado Nuevo”, de El Escorial, cerca de un huerto que cuidaba junto a su marido.
Ese día, habían comido en el huerto, cuando ella fue al pilón de Prado Nuevo a lavar los cacharros… Allí se siente atraída por una fuerza misteriosa y cae de rodillas. Permanece rígida e inmóvil alrededor de media hora. Durante este tiempo, ve aparecerse a la santísima Virgen sobre una nube, con una belleza extraordinaria.
Viene vestida con una túnica granate, un manto negro con una capucha que la cubre la cabeza y debajo, un velo blanco. Se manifiesta llorando, unas lágrimas silenciosas caen por su rostro, transmitiendo una inmensa dulzura. Y en esos momentos, la comunica este mensaje:
“Soy la Virgen Dolorosa. Quiero que se construya en este lugar una capilla en honor a mi nombre. Que se venga a meditar de cualquier parte del mundo la Pasión de mi Hijo, que está completamente olvidada. Si hacen lo que yo digo, habrá curaciones, esta agua curará. Todo el que venga a rezar aquí diariamente el santo Rosario, será bendecido por mí. Muchos serán marcados con una cruz en la frente. Haced penitencia. Haced oración.”
La Virgen 14-Junio-1981
A partir de este momento, se suceden multitud de apariciones y hechos extraordinarios, hasta mayo de 2002, en que finalizan los mensajes.
La vida de Luz Amparo estuvo marcada por el dolor y el sufrimiento, pero también por su alegría, que no le faltó aun medio de numerosas pruebas hasta su muerte.
Será la Iglesia Católica la que se pronuncie sobre la posible santidad de Luz Amparo, pero no queríamos dejar pasar de largo una vida tan rica en virtudes y carismas reunidos en la persona que el Señor y la Santísima Virgen eligieron para comunicar sus mensajes a la Humanidad. Son dignas de mención su sencillez, su humildad, su ardiente caridad, la práctica heroica de la obediencia a su director espiritual y a la Jerarquía de la Iglesia y su profundo amor a Dios y a las almas.
Esta es la herencia que nos dejó Luz Amparo: una Obra de Dios, construida a base de sufrimiento, y un lema que siempre nos enseñó: AMOR, UNIÓN Y PAZ.
Que el Señor nos ayude a continuar lo que ella comenzó.