
En noviembre, mes dedicado a los difuntos, la Iglesia tiene presente de manera especial a las almas del Purgatorio, aquellas que, habiendo muerto en gracia, aún necesitan purificación para alcanzar la plenitud del Cielo. Según el Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 1030-1032), estas almas se benefician de nuestras oraciones, sacrificios y celebraciones eucarísticas.
Durante esta Conmemoración, presentamos un video que nos invita a reflexionar y orar por estas almas, fortaleciendo la comunión de los santos.
Llamada a la conversión y a la oración
El mensaje que se proyectó en el Centro ‟Ave María” fue del primer sábado de noviembre de 2001. Desde este lugar bendito, se invita a las almas a acercarse al templo, donde reciben gracias para transformar sus vidas mediante los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia. Aunque hay tristeza por las almas perdidas, también hay alegría por aquellas que alcanzan la felicidad eterna.
Se denuncia la ingratitud de quienes, movidos por el poder, intentan destruir la Obra de Dios. A pesar de sus manipulaciones, Dios permanece invencible. Se pide reparación, oración y amor por estos pecadores, recordando que si Dios está con sus hijos, nadie puede vencerlos.
La Humanidad está atrapada en los placeres, los vicios y la comodidad, olvidando la oración y dejando que el demonio reine en sus corazones. Se exhorta a practicar la penitencia, el sacrificio y la caridad, pues sin esta última no hay Cielo. Dios, lleno de misericordia, perdona a quienes se arrepienten.
Este lugar es fuente de amor, perdón y comunión. Las almas aprenden a amar y a perdonar, y por medio de la gracia, pueden comunicarse con sus seres queridos en la Comunión de los Santos.

Después del mensaje, participamos todos del rezo del Santo Rosario. En este mes todos los misterios se han rezado en español. Durante el mes de noviembre, dedicado a los difuntos, se rezará un misterio adicional al rezo del Santo Rosario, ofrecido especialmente por las almas del Purgatorio. Esta práctica piadosa es una forma concreta de vivir la comunión de los santos, intercediendo por quienes aún esperan la plenitud del Cielo.
Al inicio de cada misterio, se pone una vela por los difuntos. Encender una vela por un difunto es un gesto de oración y esperanza que simboliza la luz de Cristo guiando al alma hacia la vida eterna. Es una expresión de amor que une al creyente con el alma del fallecido, pidiendo su descanso en Dios.
Una vez finalizado el Santo Rosario, pudimos participar de la Santa Misa presidida por el P. Paulino (capellán de la Asociación Pública de Fieles) y concelebrada por varios sacerdotes y asistida por el diácono Miguel, de la misma Obra.
Homilía: ‟La Gran Familia del Cielo” (cf. Mt 5, 1-12a)
En la solemnidad de Todos los Santos, la Iglesia celebra no solo a los canonizados, sino también a los santos anónimos que alcanzaron la santidad en lo cotidiano. Esta ‟gran familia del Cielo” intercede por nosotros y nos inspira a vivir con esperanza y alegría, sabiendo que la santidad es posible en cualquier estado de vida. Las bienaventuranzas son el camino que Cristo vivió y nos dejó como guía para alcanzar esa meta, recordándonos que la santidad nace del amor, la oración y la fidelidad a Dios.

La homilía destacó que ser santo implica esfuerzo, renuncia y lucha contra el pecado, pero sobre todo confiar en la gracia de Dios. Ejemplos como Luz Amparo muestran que irradiar a Dios es posible cuando se vive con virtud. La Comunión de los santos nos une a ellos, y su intercesión nos fortalece. Somos hijos amados de Dios, llamados a corresponder a su amor y perseverar en la fe, sostenidos por la Virgen María y todos los santos.
Finalmente, tuvimos unos minutos de Adoración ante el Santísimo Sacramento, con cuya bendición nos despedimos.


