¡Feliz primer sábado de agosto!
En este mes de agosto, en concreto el 15 de agosto, se celebra la solemnidad de la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos.
El Señor, en el mensaje de 15 de agosto de 1986, en una visión que tuvo Luz Amparo, le dedica estas bellas palabras a la Virgen: «Madre mía, ¡sube, sube!, que estamos esperando en el trono que tenemos preparado para Ti. Gracias, Madre, por haberme alimentado y criado con tu leche virginal. Serás casi igual a mí. Todos los títulos serán concedidos por las tres Divinas Personas; por el Padre, por el Hijo, que soy el Verbo”. Y el Espíritu Santo le dice: “Ven, Esposa mía, amada mía, paloma mía, ven, que serás coronada y tendrás gran poder sobre el mundo y para salvar a la Humanidad. Tu planta virginal aplastará al enemigo, y serás Reina de Cielo y Tierra”».
Manolo León entrevistó en esta ocasión al P. Antonio, sacerdote de Fuenlabrada, que asiste a concelebrar la Santa Misa todos los primeros sábados de mes en Prado Nuevo, y a unas peregrinas residentes en Madrid y naturales de Filipinas.
Mensaje de la Virgen del 4-8-2001
El mensaje que se proyectó en el Centro “Ave María” fue el del primer sábado de agosto de 2001. La Virgen y el Señor destacan la gran importancia de rezar avemarías, porque gracias a esta oración Ellos protegerán nuestros hogares de las asechanzas de Satanás.
El periodo vacacional es un tiempo con peligros para las almas consagradas, puesto que no pocas de estas almas se relajan y descuidan sus compromisos y votos, hasta el punto que la infidelidad de estas almas consiste, a veces, en apegarse a la carne y a la sangre. Y sucede también que en ese tiempo de descanso, las “vacaciones (…) destruyen las vocaciones”.
El Señor anima a las almas consagradas a acudir al Sagrario para recibir fuerzas y ánimos cuando encuentren dificultades, y así vencer las insidias de Satanás.
El Señor pide penitencia y sacrificios y una oración bien hecha, no mecánica, que sólo mueve los labios. También nos invita a amar a los pobres y necesitados y entregarnos en cuerpo y alma a esta Obra de Amor y Misericordia, venida de sus manos, para que resplandezca el amor a Dios y al prójimo.
Después del mensaje, participamos todos del rezo del Santo Rosario.Fue hermoso escuchar el tercer misterio, que fue rezado en italiano por un grupo de monjas clarisas de Italia.
Una vez finalizado el Santo Rosario, pudimos participar de la Santa Misa, presidida por el P. Paulino (capellán de la Asociación Pública de Fieles) y concelebrada por varios sacerdotes.
En la homilía, el P. Paulino habló sobre el Evangelio del domingo ( cf. Juan 6, 24-35). En este Evangelio, el Señor da un discurso sobre la Eucaristía. Nos indica la importancia de buscar a Dios, no por interés, porque esta fe es superficial e inmadura, sino por amor a Dios y a los hombres.
Para alcanzar esta fe, es necesario luchar contra el pecado, dejar al hombre viejo y revestirnos del hombre nuevo, con ayuda de los sacramentos y la vida de la gracia, y dejarse modelar por el Señor. El P. Paulino nos recordó algunos fragmentos de mensajes, donde el Señor y la Virgen nos dicen que tenemos que ir muriendo a nuestros gustos y vanidades y renunciar a nuestra soberbia y orgullo.
Citó al Papa Francisco, que dijo en una ocasión que el hombre lleva consigo un hambre de felicidad, de eternidad y de amor verdadero. Este amor verdadero sólo lo puede saciar Jesucristo, el único enviado por el Padre, que nos da esperanza de vida eterna.
Finalmente, tuvimos unos minutos de Adoración al Santísimo, cerrando los actos con el canto de la Salve Regina.