¡Feliz Primer Sábado de julio!
En este mes de julio es importante recordar que el 16 de julio se celebra la fiesta de la Virgen del Carmen. El escapulario del Carmen es un signo de la protección de la Madre de Dios a sus devotos. El 16 de julio de 1251 la Virgen se apareció a San Simón Stock, y le dijo sobre el escapulario: “El que muera con él, no padecerá el fuego eterno”.
En El Escorial, la Virgen en el mensaje de 1 de marzo de 1986 nos dijo: “Os voy a pedir, hijos míos: quiero que todos llevéis mi escapulario sobre vuestro cuello. El verdadero escapulario será hecho de la misma tela. Que esta tela sea de lana. Mortificaos un poco si os molesta, hijos míos”.
Manolo León entrevistó en esta ocasión a tres conductores de autobuses portugueses, que hacen posible la gran afluencia de peregrinos portugueses a este bendito lugar, y a Iván Domecq, quien editó y produjo el libro Mensajes de la Virgen Dolorosa de El Escorial. También hablaron dos monjas brasileñas del Instituto de la Misericordia, que conocieron los hechos de esta Aparición Mariana y peregrinaron a El Escorial.
Mensaje de la Virgen de El Escorial
El mensaje que se proyectó en el Centro “Ave María” fue el del primer sábado de julio de 2000. La Virgen pide oración “para que Dios detenga su brazo”, pues si no, habrá grandes castigos de cataclismos que vendrán sobre la Tierra, que no son “al principio del 2000”, pero “no serán tampoco al final del 2000”; es decir, ¿avanzado ya el siglo XXI? Sólo Dios sabe. Refiere astros con más de 12 kilómetros de longitud, que caerán sobre la Tierra y terminarán con la mayor parte de ella, porque Dios es olvidado por sus criaturas y sólo se ocupan de diversiones, de placeres y de cosas mundanas.
La Virgen nos recuerda la importancia de hacer oración, sacrificio y penitencia para detener el brazo de Dios. También quiere que se rece el santo Rosario en familia diariamente. Dios se compadece de los hombres que rezan así esta oración. Una familia que reza unida permanece unida.
El Señor, por otra parte, invita a los sacerdotes a que no sean funcionarios, sino al contrario, a que sean sacerdotes santos, humildes y pastores fieles de su Corazón, fuertes y firmes para seguir el camino con rectitud, porque como decía San Juan Pablo II la fidelidad a la vocación equivale a felicidad. A los religiosos y religiosas, que permanecen frescos y lozanos, el Señor les pide que renueven sus vidas, que caminen con fortaleza y no tengan miedo a nadie.
Después del mensaje, participamos todos del rezo del Santo Rosario. Se rezó el tercer misterio en portugués y el quinto en italiano.
Una vez finalizado el Santo Rosario, pudimos disfrutar de la Santa Misa presidida por el P. José María (capellán de la Asociación Pública de Fieles) y concelebrada por varios sacerdotes.
Pequeño resumen de la homilía
En la homilía, el P. José María habló sobre la dureza de los hombres en recibir el mensaje de los profetas, como le ocurrió al profeta Ezequiel, cuando tuvo que hablar a su pueblo, viendo en él un pueblo de dura cerviz y obstinado. El Señor nos anima a despertar, porque tenemos los corazones dormidos y nos invita a escuchar los mensajes de su Madre, porque se ha aparecido en muchos lugares y no hacen caso de sus palabras y avisos.
En la segunda lectura de la Segunda Carta de S. Pablo a los Corintios, el Apóstol nos enseña la fuerza de la gracia de Dios y la evidencia al mismo tiempo de la gran debilidad que todos tenemos.
El P. José Mª habló sobre las cuatro heridas del alma que tenemos según S. Tomás de Aquino: la ignorancia, la malicia, la debilidad y la concupiscencia desordenada. Éstas se pueden ir curando, sanando y fortaleciendo con la gracia de Dios.
En el Santo Evangelio de S. Marcos, se ve cómo el Señor sintió dolor al verse rechazado por su propio pueblo, Nazaret. Se admiraba de su falta de fe. Sólo unos pocos, los más allegados, creyeron en Él.
El P. José Mª terminó invitándonos a escuchar la voz de Dios, por intercesión de la Stma. Virgen.
Finalmente, tuvimos unos instantes de Adoración al Santísimo, y la Consagración a la Preciosísima Sangre de Ntro. Sr. Jesucristo, propia del mes del julio; esa sangre también de la Stma. Virgen, porque el Señor la recibió de Ella.